¿Qué alimentación adoptar para vivir mejor con una enfermedad crónica?

De: Vik
Hace 4 meses
En este artículo, Simón Tellechea, dietista-nutricionista en consulta privada y médico hospitalario, comparte 7 consejos para una dieta adaptada a las enfermedades crónicas.
1. Mantenerse bien hidratado
Preferimos el consumo de agua con bajo contenido en minerales, como podría ser el té rooibos, el agua del grifo, el agua embotellada para niños, etc. Lo ideal sería consumir entre uno y dos litros de agua cada día.
El agua ayuda a regular el tránsito intestinal y también a eliminar los residuos y toxinas producidos por los tratamientos.
Para estar seguro de que se está bien hidratado, los primeros signos de deshidratación son la sed, la sequedad de las mucosas, una orina demasiado oscura y maloliente.
2. Come tanta fruta y verdura como quieras
Son muy importantes para el aporte de fibra, que contribuye al equilibrio de la flora intestinal. Esta última puede verse desestabilizada por los diferentes tratamientos.
La fruta y la verdura también aportan estabilidad en micronutrientes: las vitaminas y minerales necesarios para la vitalidad del organismo.
No obstante, es necesario no abusar del consumo de frutas ricas en fructosa como las cerezas, las ciruelas pasa y los frutos secos porque pueden cansar el hígado. También hay que tener cuidado con las interacciones medicamentosas, como con el pomelo, que debe evitarse durante la quimioterapia.
Cuidado también con la soja que, como el pomelo, debe evitarse en caso de cáncer hormonodependiente.
Para todos los suplementos, consulte a su médico antes de tomar cualquier iniciativa personal.
3. Proteínas: centrarse en la carne blanca y el pescado
Pescado: se recomienda comer pescado dos veces por semana, incluido el pescado azul (sardinas, caballa, arenque, salmón, etc.) por los omega 3 (ácidos grasos esenciales no sintetizados por el cuerpo humano con un potente papel antiinflamatorio).
Carne: se prefiere la carne blanca por su bajo contenido en ácidos grasos saturados (grasas malas). La carne roja, que es "menos digerible" (cerdo, ternera, cordero, etc.) se limita a 500 g por semana, evitando al mismo tiempo la cocción a alta temperatura (más de 200 °C) como la fritura, la parrilla y la barbacoa, que favorecen la creación de compuestos químicos tóxicos.
Huevos: ricos en proteínas, son más fáciles de digerir que la carne, se pueden comer alternándolos con otras proteínas, sabiendo que una ración equivale a 2 huevos.
Charcutería: no más de 150 g/semana, dando preferencia al jamón blanco o a las aves con menos grasa (3 lonchas).
4. Dar preferencia a los alimentos integrales ricos en almidón
Son la principal fuente de energía de nuestro organismo, ¡no podemos prescindir de ellos! Pasta, arroz, patatas, sémola, quinoa, boniato, pan... los necesitas en cada comida. Preferimos las féculas integrales porque están menos refinadas y son más ricos en fibra.
También encontramos las legumbres (lentejas, guisantes, alubias, etc.), llamadas leguminosas. Al igual que los alimentos integrales ricos en almidón, su consumo se deja a la elección de cada persona según sus necesidades, debido a su alto contenido en fibra, que puede provocar dificultades digestivas.
Las cantidades a consumir dependen de cada persona: es decir, una supuesta ración adecuada es de 180-200 g de alimentos leguminosos cocidos, es decir, más o menos medio plato en cada ingesta.
5. Garantizar una ingesta adecuada de calcio
La ingesta de calcio es esencial para los pacientes, ya que ayuda a mantener una estructura ósea estable. Se recomienda ingerir 2 raciones de productos lácteos al día (salvo intolerancias o alergias) para cubrir las necesidades. Concretamente, esto corresponde a un yogur natural y un trozo de queso o queso rallado sobre la pasta.
Deben evitarse los quesos muy ricos en grasa, como el mascarpone.
6. Preferir las grasas vegetales
Hay que dar preferencia a las grasas vegetales como el aceite de oliva, el aceite de linaza y el aceite de nuez, que son ricos en ácidos grasos esenciales (moléculas que nuestro organismo no puede producir por sí mismo y que debe aportar a través de la alimentación). Los omega 3 y los omega 6 son los elementos constitutivos de nuestras células. También son la fuente de muchas sustancias que garantizan el buen funcionamiento de las células y los tejidos.
7. Limitar el azúcar y los productos dulces
Como con la mayoría de los alimentos, no hay que excederse. Es importante seguir consumiéndolos por placer para seguir nutriendo tus células, que lo necesitan, pero también para mantener una noción de felicidad que es muy importante para mantener un estado psicológico estable. Puede seguir eligiendo un azúcar integral (rapadura, moscovado, coco), que es menos refinado que el azúcar blanco.
Cuando se es paciente, la alimentación debe ser energética para mantener un peso estable y un buen estado de salud. Por tanto, debe ser bastante rica en energía (calorías). Para ello, es esencial la combinación de ácidos grasos de calidad e hidratos de carbono complejos (alimentos integrales ricos en almidón, pescado azul, frutos secos, aceites vegetales, lino, legumbres, etc.).
Por último, es importante un equilibrio de vitaminas y minerales mediante la ingesta de frutas y verduras de temporada. Éstas aportan multitud de micronutrientes: vitaminas del grupo B que estimulan el metabolismo, antioxidantes necesarios para mantener la estructura de nuestras células (vitamina C, vitamina E, selenio, zinc, cobre), elementos alcalinos (calcio, magnesio, potasio, sodio, etc.) y fibra para el correcto tránsito intestinal.
Todas las recomendaciones dietéticas de este artículo son de carácter general. Deben adaptarse caso por caso, teniendo en cuenta su estilo de vida, sus deseos y las limitaciones impuestas por el estado de salud.
Simon Tellechea, dietista-nutricionista con consulta privada y que trabaja en hospitales especializados de los Pirineos Atlánticos.
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