¿De qué manera la salud me hizo más consciente de la ecología?


De: Vik
Hace 4 meses
Por contradictorio que parezca, fue yéndome de viaje precisamente al otro lado del mundo cuando comprendí los problemas ecológicos a los que nos enfrentamos.
De hecho, al pasar más tiempo en el bosque o metiendo las manos en la tierra, descubriendo los beneficios de las plantas o la biodiversidad, comprendí que la Naturaleza era un regalo y que nos mantenía vivos. Así que si quería seguir viviendo, era necesario conservarla. Viajar fue, por tanto, el detonante de mi despertar a una vida ecológica más consciente.
No tengo ninguna intención de generarte una ola de ansiedad ecológica. Más bien al contrario: me gustaría compartir contigo mi viaje como paciente para encontrar el equilibrio entre la conciencia ecológica y la vida diaria con una enfermedad.
Aceptar que mi vida diaria como paciente está lejos de generar "residuos cero"
Compaginar nuestra vida cotidiana como pacientes con nuestras opciones ecológicas no siempre es fácil.
Tengo una enfermedad crónica de la piel, y los residuos cero en mi baño son una quimera. Los productos naturales no siempre funcionan bien con las pieles sensibles. En otras ocasiones, mi piel no soporta el nuevo producto y acaba en el fondo del armario, o relegado a una estantería compartida con mi familia.
A medida que pasaba el tiempo y aprendía a convivir con mi enfermedad, esta disonancia entre mis acciones y mis pensamientos era cada vez más difícil de soportar. Entonces, ¿cómo podría ganar coherencia entre mi conciencia ecológica y mi vida diaria con la dermatitis atópica?
Cuando pude hacer balance, me di cuenta de que, más allá del viaje, era también mi salud la que me obligaba a cuidar de mí misma y del mundo que me rodeaba.
Cuidar mi salud a través de un consumo más razonable
En 2017, al querer cambiar mi dieta, descubrí el higienismo: "el arte de alimentarse y cuidarse en armonía con las leyes de la naturaleza." En pocas palabras, he aplicado los consejos de un naturópata.
Gracias a este acercamiento, descubrí el impacto de nuestro consumo en nuestro estado de salud y en el medio ambiente: la alimentación, los cosméticos o los productos domésticos, la industria textil o incluso la ganadería.
Al aprender cada vez más sobre ecología fue como si recibiera una bofetada en la cara. Fue entonces cuando empecé a tomar medidas que sí podría aplicar porque estaban a mi alcance.
Además de lidiar con la carga emocional que conlleva el hecho de convivir con una enfermedad crónica, pronto se sumó la de la ecología, la de la falta de energía y también la del coste económico.
Cambiando los productos domésticos por vinagre blanco, limitando los productos procesados en la cocina y optando por el minimalismo en los armarios, poco a poco encontré el equilibrio entre lo que quería hacer y lo que podía hacer.
Necesitaba algo de tiempo y perspectiva para ajustar mis acciones.
"Poner tu granito de arena" es importante, pero la ecología es política. Implica una revisión del modelo económico y social: una transición global.
Así que sí, todavía hoy me afecta cuando veo salir a la enfermera con la inyección para mi tratamiento, porque es un residuo que no sé si se puede reciclar. Todavía me siento culpable cuando me baño porque es mi fiel aliado para gestionar la enfermedad. No siempre tengo fuerzas para comprar productos locales. En otras ocasiones, por ejemplo, decido no ahorrar energía y elijo moverme en coche antes que en bicicleta.
Sin embargo, al cuidar mi salud mediante una dieta con más frutas y verduras o eligiendo productos de segunda mano y menos tóxicos, sigo cuidando mi entorno.
Existen momentos para todo: un momento para prestar más atención a la enfermedad, siendo tal vez menos ecológico, y un tiempo para la ecología, una vez la afección está bajo control. Además, en ocasiones, la combinación de ambas es perfectamente compatible.
En tiempos de crisis promuevo mi salud, en tiempos de respiro me involucro en mejorar mis acciones ecológicas.
Mejorar mi salud mental para afrontar mejor el cambio medioambiental
Al prestar más atención a mi salud, también descubrí el impacto de nuestra mente en el cuerpo. Dejemos de lado el tópico comentario de "está en tu cabeza" y vayamos al grano. El estrés es principalmente fisiológico y, de forma prolongada, contamina nuestro organismo.
Cuanto más me sensibilizo con los problemas de la sociedad, más experimento emociones fuertes como la impotencia, la rabia o la ansiedad (¡hola, eco-ansiedad!). Esa realidad multiplica por diez mi hipersensibilidad y tiene un impacto considerable en mi nivel de energía o en mis ganas de actuar.
Utilizar herramientas de relajación y tener un seguimiento psicológico me permite aprender a atravesar el malestar de la enfermedad y la ansiedad generada por los cambios ambientales.
Al aprender a sentirme mejor conmigo misma, recupero el valor y la confianza para avanzar en la vida e implicarme en la transición mediante elecciones de consumo más responsables.
Ante esta realidad que provoca ansiedad, cada vez más personas se identifican también con la definición de eco-ansiedad, que se vincula con las características del medioambiente que podríamos llegar a perder.
Para salir de la parálisis ligada a estas emociones, Joanna Macy, activista medioambiental, autora y especialista en eco-psicología, entre otras disciplinas, invita a expresar nuestros sentimientos y a aceptar las emociones para regresar a un estado emocional de paz interior. Ha desarrollado talleres en torno al método "Trabajo que conecta".
Cada uno de nosotros tiene un camino diferente, pero cuando la enfermedad llama a la puerta, a menudo nos resulta difícil actuar de acuerdo con nuestros valores.
Y tú, ¿cómo vives la enfermedad y tu conciencia ecológica? ¿Tiene algún recurso para compartir conmigo?
Un abrazo,
Camille.
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